Alberto Leiva

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El diario de Jensen – Capítulo 7: «Estela y Jessica»

El diario de Jensen – Capítulo 7: «Estela y Jessica»

El diario de Jensen - Capítulo 7: «Estela y Jessica»

EL DIARIO DE JENSEN

CAPÍTULO 7: «ESTELA Y JESSICA»

El sonido de la alarma me despierta, en un rato tengo que ir a trabajar y no me apetece nada. He dormido solo dos horas, me duelen los ojos, bostezo sin parar y estoy extremadamente cansado. Mis alas ya se han ido. Alguna noche me quedaré despierto para ver como desaparecen. Tal vez lo haga el fin de semana que es cuando no tengo que madrugar. Lo que sí que debería hacer ahora mismo es irme a la ducha o volveré a quedarme dormido.

Después de un rato jugando con los grifos consigo la temperatura óptima y dejo que el agua caiga encima de mi cabeza. No me siento mal. He matado al tipo del cuchillo y no me siento culpable. Sin duda se lo merecía por lo que hizo, si no llego a estar allí, a saber que le habrían hecho a la pareja. Quizás he vuelto a cambiar las muertes como con la camarera, en vez de morir uno de ellos, murió el yonqui. La verdad es que no sé cómo estarán los otros dos, el chico los dejó tirados en el suelo de un golpe. El del puñetazo en el estómago se movía, pero el de la patada en la cabeza se quedó inconsciente en el suelo. Yo le partí el cuello al líder sin darme cuenta, una vez más me dejé llevar por la ira, por la impotencia y por la sed de venganza. En el momento no puedo evitarlo, al transformarme es como si mis emociones se potenciaran por mil. Está claro que influye en mi cuerpo y algo cambia, pero no soy nadie para juzgar sobre la vida o la muerte. No soy capaz de controlar mis impulsos, se me va de las manos y siento que tengo que castigar al delincuente, siento que tengo que defender a la víctima a todos los niveles sin pensar en ningún momento en las consecuencias.

Quizás debería replantearme salir esta noche, no sé hasta que punto seré capaz de controlarme en otra situación similar. También es cierto que si no lo hubiera hecho, la camarera y los jóvenes podrían estar muertos o heridos de gravedad. Armando y el yonqui seguirían con las suyas, dejando víctimas a su paso, nadie haría nada para detenerlos, seguirían riéndose de la vida ya que no les importaba lo más mínimo.

Está claro que tengo que actuar, tengo que salir por las noches, tengo que intentar salvar a más gente pero controlándome, seguro que puedo hacerlo. Lo único que espero es que hoy sea distinto, que todo marche sobre ruedas y sin complicaciones. Sigo pensando que desde que decidí cambiar de cafetería se torció todo. Primero me encontré a la camarera, luego a la loca que se puso a gritarme, más tarde llegaron las muertes de Antonio y Armando, y para rematar el día, una rotura de cuello.

Mientras mis pensamientos me siguen torturando realizo las tareas de cada mañana. Está vez con una diferencia, ya no tengo la pinza del pelo. Siento un vacío en mi interior que no sabría describirlo, pero no puedo dejar que esto me debilite, tengo que ser fuerte y seguir hacia adelante. Esto hace que recuerde aquella canción que decía: «que difícil olvidar aquello que no tuvo lugar».

Cuando termino salgo de mi casa, pulso el botón del ascensor y espero. Se escuchan voces por los pisos inferiores, no consigo distinguir lo que dicen, deben estar muy abajo, espero que esta vez no haya pasado nada. Quizás sea por mi vecina y el novio, espero que estén bien.

Salgo a la calle sin encontrarme con ningún vecino, menos mal, porque no tengo ganas de hablar con nadie. Me voy en dirección a la cafetería, tengo que ver si en el periódico pone algo de lo sucedido anoche. Los chicos dijeron que no me delatarían, pero a saber que clase de preguntas les habrán hecho, al fin y al cabo estuvieron en una pelea con un muerto y tres heridos. Son muy jóvenes y la policía puede ponerlos contra las cuerdas fácilmente.

Parece que hoy también va a ser otro día caluroso. Se nota que el verano ya está con nosotros, llegan esos días de ir a la playa y a las terrazas por las noches.

Iré a la cafetería de ayer, sé que es un poco arriesgado pero quiero ver como está la camarera. No debería afectarle la muerte de su exnovio ya que era un cabrón, pero el amor a veces tiene estas cosas.

Paso a paso y pensamiento a pensamiento consigo llegar a la cafetería. Entro sin mirar a ningún otro sitio que no sea la mesa en la que me senté ayer, la que está al fondo. No puedo evitar reírme al pensar que sería una mesa tranquila y al final resultó ser todo lo contrario.

Al sentarme levanto la vista y veo a la camarera que está con gesto serio y pensativa mientras prepara unos cafés. Cuando me ve le cambia la cara, me regala una sonrisa y viene hacia mí.

—Hola, ¿te pongo lo mismo de ayer?

—Que vergüenza que te acuerdes de mí, no me extraña, después del numerito de ayer…

—Jajaja, pero aparte de eso nunca olvido a alguien tan guapo.

—Me dejas sin palabras…

—Pues podrías decir que soy muy guapa y la mar de simpática, por ejemplo, jajaja.

Nos empezamos a reír como idiotas mientras ella apoya su mano en mi hombro.

—¿Bueno qué, vas a tomar lo de ayer o no? Que me estás liando.

—Encima tendré la culpa…

—Pues claro, estás aquí ligando con la camarera.

No puedo evitar reírme una vez más al escuchar el tono sarcástico con el que lo dice, esta chica es genial. Y yo que pensaba que estaba seria y preocupada, tengo que replantearme como veo las emociones de las personas.

—Sí gracias, pero hoy te pido yo el bollo.

—Bueno ya veremos, pero no me montes ningún numerito.

—Vale.

Me da una palmada en el hombro y se va a por mi café, está claro que esta chica es genial. Me ha dejado sin palabras, a mí, que soy un vendedor y suelo saber cómo llevar a la gente. Me río solo como un idiota y me voy a la barra a por el periódico.

Mi cara de felicidad se esfuma al descubrir que si que hay una noticia sobre la pelea de ayer.

«Pelea en la calle Poboadores»

Esta madrugada se ha producido una reyerta en la calle Poboadores. Una pareja de adolescentes fue atacada por tres reconocidos delincuentes de la zona. El joven resultó herido de gravedad en el costado por un cuchillo que le clavó uno de los asaltantes. La chica no sufrió ningún daño.

Los vecinos que no consiguieron ver la disputa, escucharon los gritos de uno de los delincuentes y llamaron a la policía, quienes se encontraron al líder de la banda, apodado como «el platas», muerto. El cuerpo del delincuente fue trasladado al tanatorio donde se le realizará la autopsia para saber las causas de la muerte. Los otros dos delincuentes fueron atendidos por los servicios de emergencias y puestos a disposición judicial. Uno de ellos se encontraba con una conmoción cerebral.

No hay nada que me incrimine, pero tengo miedo por el chico, no sé como va a salir del paso con un muerto. En cuanto vean en la autopsia que tiene el cuello roto, pueden querer meterlo en la cárcel por asesinato aunque fuese en defensa propia. Además sabe un arte marcial y como esté federado es un gran problema. Tengo que vigilar este tema y enterarme que pasó, no quiero que les ocurra nada a ninguno de los dos.

—Aquí tienes tu capuchino y tu bollo.

—Muchas gracias, tiene una pinta buenísima.

—Lo he hecho con todo mi cariño. Por cierto me llamo Estela, encantada de conocerte.

Me extendió su mano para estrechármela y yo le devolví el gesto.

—Es un nombre muy bonito, yo me llamo Jensen, encantado.

—Pues ahora que nos conocemos, hoy sí que tengo la tarde libre. ¿Te apetece que tomemos algo?

Ella está nerviosa, lo noto por la vibración de su voz.

—Hoy tengo un poco de lío, tengo que ir a hacer unas compras.

No sé si debo quedar, podría recordarme transformado y eso sería un problema. Por otro lado sí que me apetece pasar algo más de tiempo con ella. Tenemos bastante complicidad, hace que me ría y esté contento, algo que cada día me resulta más difícil.

—¡Perfecto, me encanta ir de compras! Iré contigo. Te apunto mi teléfono.

Escribió el número en su libreta de pedidos y me lo dio. Lo hizo tan rápido que cuando me di cuenta ya tenía la nota en mi mano.

—Te llamaré sobre las seis, ¿te parece bien? —dijo Jensen.

—¡Genial!

Antes de marcharse se agacha y me da un beso en la mejilla, lo hace tan suave que consigue generar un escalofrío que recorre toda mi espalda. Seguidamente se va a la barra.

Tengo que afrontar la situación con valentía y que pase lo que tenga que pasar. Además no puedo quedarme hasta tarde, generalmente sobre las doce me salen las alas. Si la cita se alarga le diré que tengo que trabajar por la mañana para irme a tiempo.

Con la distracción se me pasó por alto que Elisa estaba dentro de la cafetería, sentada en la misma mesa que ayer, justo en la entrada. Está con un chico y no deja de mirarme, lo mejor será que pase de ella.

El bollo de leche está muy bueno, esponjoso por dentro y bastante hecho por fuera, está realmente delicioso. Cuando termino el café me levanto y me voy a pagar a la barra.

—Bueno Estela, te veo luego.

—Esperaré impaciente tu llamada. 

Parece una gran chica, además es bastante cariñosa y divertida. No entiendo porqué estaba con Armando, ella se merece algo bueno y no a alguien que le haga sufrir.

Al salir por la puerta puedo sentir la mirada de Elisa intentando desintegrarme.

—¡Luiiis! —Elisa comenzó a gritar como una loca mientras se levantaba—. ¡Este es el que ayer me insultó!

—¿Perdona? ¿Qué yo hice qué?

Esta tía está loca. Iba a marcharme tranquilo, sin líos, y me tiene que tocar las narices. Algo comenzó a arder en mi interior, una ira en aumento por lo que acababa de decir. Odio las mentiras, odio que digan que dije algo cuando no es verdad. ¡Oh no! ¿Qué está pasando? ¡Ahora no! Noto las alas queriendo salir, no sé como pararlo, ¿qué coño me está pasando? Tengo que relajarme, aquí no puede ser, ahora no. El corazón quiere salirse de mi pecho, necesito ver algo que me tranquilice, cada vez va a más. ¡Estela! Ella es la solución, me quedo mirando hacia ella y respirando grandes bocanadas de aire. Parece que funciona, mis pulsaciones están bajando. Ella se queda mirando con una mirada extraña, entrecerrando los ojos.

—Te voy a partir la boca payaso, te voy a enseñar a tratar a una señorita.

El que faltaba, el tonto de turno.

—Mejor será que te apartes de mí.

De pronto el tiempo se ralentiza, todo se vuelve más lento menos para mí, que me muevo a una velocidad normal. Veo como el brazo derecho del chico se aproxima a mi cara, pero tengo el tiempo necesario para bloquearlo con mi brazo izquierdo y seguidamente le golpeo con mi puño derecho en la boca del estómago, lo mismo que hizo el chico de anoche.

El golpe hace que se desplome sin oponer resistencia. Escucho los pasos de Estela acercándose hasta mi posición.

—Jensen, ¿estás bien?

—Sí, sí, estoy bien.

Mentira, no lo estoy, mis alas estaban a punto de salir a plena luz del día. Elisa me mira y viene corriendo dispuesta a pegarme, pero Estela la intercepta y la echa de la cafetería.

—¡No vuelvas a está cafetería o llamaré a la policía!

—Otro día más, lo siento.

—No te preocupes no ha sido culpa tuya. ¿Tú estás bien?

—Sí tranquila, no me ha tocado.

—¿Seguro?

—Sí todo bien, pero tengo que marcharme o llegaré tarde a trabajar.

—Vale, y no te preocupes por él, llamaré a la policía ahora mismo.

Salgo de la cafetería y al doblar la esquina echo mis manos a la cabeza mientras me agacho. ¿Qué me acaba de pasar? Si me salen las alas por el día es mi fin, mi fin como persona normal. Ahora mismo me iría a casa, esto se me escapa de las manos. Tengo que relajarme, respirar hondo e ir al trabajo. Son las diez y diez, ya llego tarde.

Entro apresurado y voy saludando a mis compañeros hasta llegar a mi jefe que me detiene, mierda.

—Llegas tarde.

—Perdone, me he quedado dormido.

—No pasa nada, solo quería decirte que tienes que empezar tus vacaciones para la próxima semana porque no vamos a contratar refuerzos para verano.

—Vale, sin problema. ¿Los quince días no?

—Sí.

—Vale.

—Perfecto, voy a recursos humanos para comunicarlo. Vende mucho.

—Eso está hecho.

Esta noticia es genial, solo trabajaré lo que me queda de semana y luego tendré quince días de descanso.

Tras varias horas aburridas, veo a la chica de la pinza del pelo que viene hacia mí sonriente. No puede ser, el universo está en mi contra. Cuando se acerca veo que lleva puesta la pinza.

—Hola, vengo a comprar estos zapatos.

—Muy bien, ¿los quieres para regalo?

—Sí, son para mi hermano que se vino a vivir conmigo y quiero hacerle un regalo. ¿Crees que le gustarán?

Su hermano, era su hermano… No puedo evitar sonreír al escuchar eso. Un punto positivo después de tanta mierda. Me siento un poco estúpido por pensar lo que pensé, pero cómo podía saberlo.

—Creo que sí, yo me los pondría.

—Entonces si algún día tengo que regalarte algo, sabré que tengo buen gusto para ti.

Nos reímos con esa risa nerviosa que da paso a un pequeño silencio incómodo, tengo que romperlo con lo primero que se me ocurra.

—Primero tendríamos que conocernos.

No me puedo creer que haya dicho esto. Mi cara ahora mismo debe ser de color rojo como las señales de prohibido.

—Me encantaría, sería genial. Me llamo Jessica.

—Yo soy Jensen, veo que ya encontraste la pinza del pelo.

—Sí, que observador, apareció donde menos lo esperaba.

—Eso pasa en la mayoría de las ocasiones, siempre encontramos algo donde menos lo esperamos.

—Pues sí… ¿Qué te parece si quedamos el sábado?

—Me parece perfecto.

La chica cogió un papel de su bolso y se puso a escribir algo en él.

—Toma, mi número de teléfono.

—Genial, te llamaré.

—Más te vale, si no volveré por aquí para echarte la bronca, jajaja.

—Espera que te doy mi número.

Arranco un trozo de papel de la impresora de tickets y se lo escribo.

—Aquí lo tienes.

—Vale genial, si no me llamas te llamo.

—Perfecto, aquí tienes los zapatos.

—Muchas gracias.

—Gracias a ti, pasa un buen día.

Esto sí que no me lo esperaba. En la misma mañana me piden una cita las dos chicas. Yo que solo quería un día tranquilo, sin sobresaltos, y esto no ha hecho más que comenzar, ya puedo esperar a que hoy pase cualquier cosa. Solo de pensar en la tarde ya se me ponen los pelos de punta.

Entro en el almacén y veo a Mark apoyado en una estantería y con cara rara.

—Hey Mark, ¿qué te pasa?

—Estoy fatal tío… Elisa estaba con más chicos, no estaba solo conmigo… Por lo menos sé de cuatro más.

—Joder, vaya pieza. No te preocupes, ya verás que en poco tiempo aparece otra chica.

—Ojalá Jensen, ojalá… Yo ya no tengo esperanza.

—Bueno hombre, no será para tanto. Cuando una puerta se cierra otra se abre, ya verás.

—No sé… bueno, me voy afuera que tengo que llevarle estos zapatos a un cliente. Gracias tío.

—Nada, no te preocupes.

Mark me da un abrazo y se marcha cabizbajo. Sin tener una confirmación diría que su Elisa es la misma con la que tuve dos discusiones en el bar.

El resto de mi jornada laboral pasó volando. Los nervios se agudizan sabiendo que se acerca mi tarde con Estela.

 

(Durante esta semana se cumplen dos años de la publicación de mi primera novela, «El diario de Jensen». Compartiré cada día un capítulo con todos vosotros. Ya sabéis que podéis comprar mis libros en Amazon. También podéis seguirme en mi perfil de Instagram: @albertelp).

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