Llegó para entregarme todo y más. Decidió quedarse pese a mis miedos y a mis barreras tan grandes como muros.
Fue capaz de ver más allá de lo que enseñaba, llegar a mi corazón y escribir con caricias «Me quedo contigo».
Siempre con la sonrisa más bonita y con las ganas de luchar contra todo lo que se ponga por delante.
Llegó para demostrarme que la felicidad puede ser el estado más bonito en el que uno quiere quedarse a vivir.
Llegó para enseñarme que quien te quiere de verdad te lo demuestra día a día, en cualquier momento y a cualquier hora del día.
Que siempre hay hueco para un beso, para sentirse, y para decir un «Te quiero».
Que no importa cuánto, sino las ganas de quedarse un ratito más a su lado.
A veces cuesta demasiado confiar en la persona que llega con los sentimientos al descubierto, sin trampas, sin mentiras.
A veces nos volvemos injustos cobrando por lo que nos hicieron, quizás por miedo a sufrir por los mismos motivos.
Miedo a volver a quedarnos vacíos de sentimientos. Y es ahí cuando lo entendemos. Que por una vez es real y que esta vez los dos escribimos el uno al otro y con las mismas caricias, «Me quedo contigo».