Alberto Leiva

Compartir
Relatando murales: “Pelucas”

Relatando murales: “Pelucas”

Relatando murales Pelucas

Relatando murales: “Pelucas”

«El escaparate de los sueños»

Anxo tiene siete años. Vive con sus padres en la calle Camelias de Vigo. Pasaba sus días yendo al colegio, jugando con sus amigos por las tardes y haciendo los deberes del día siguiente. Pero no hablaré del día a día de Anxo. Hablaré de las noches y de las cosas extrañas que le ocurren cuando se mete en la cama y se queda dormido. Hablaré de sus sueños. Desde hace tres días, lo que él sueña aparece pintado en los escalones de la calle que atraviesa su edificio.

Todo comenzó con “Aniño”, como lo llamó Anxo. Aniño era una jarra con la que soñó y que le contó que estaba triste, pero sonreía para que nadie le preguntase el por qué de su tristeza. Tenía todo, dinero, salud y amor, pero estaban envenenados. El dinero provenía de acciones que dañaban a otros seres, la salud era buena pero las humedades destrozaban su armadura, el amor estaba lleno de engaños que se convertían en espinas grandes y afiladas.

A la mañana siguiente, Anxo se sorprendió mirando por la ventana que da a la calle donde están las escaleras. Aniño estaba dibujado en los escalones. ¿Cómo puede ser? Corrió asustado hacia su madre para contárselo. La madre intuyó que algo no iba bien y vino a mi consulta.

No lo dije, soy psicólogo. Un psicólogo casi a punto de jubilarse y con una reputación más que reconocida. Aún así, nunca había tenido un caso como este. En la segunda sesión, Anxo me contó una historia más extraña.

En ella, estaban “Anto” y “Niño”, dos cigarrillos con pocas luces que discutían por qué el cielo es cielo y no mar, si los dos son del mismo color. Ellos están subidos encima de “Carola”, una lechuga que conoció la felicidad al tener la compañía de Anto y Niño. Por otro lado tenemos a “Mestra”, una llave que les explica a Anto y Niño que el cielo es del mismo color que el mar porque ella quiere, ya que tiene el poder de cambiarlos de color si así le apetece. 

Por más vueltas que le doy, no consigo encontrarle sentido a todo esto. El pobre Anxo me preguntó si tiene superpoderes y puede pintar con sus sueños en las paredes. Eso me hizo pensar en algún tipo de sonambulismo, pero es imposible. Es un niño de siete años y tras varias pruebas médicas está sano. Puede ser que alguien lo pinte por las noches, pero ¿cómo haría para pintar lo que sueña Anxo?

Dudas, dudas y más dudas.

En la siguiente sesión, Anxo volvió a mi consulta, era lo que más deseaba desde que se había marchado el día anterior. Generó en mí la necesidad de querer saber más. Esta vez me contó la historia de “Dalbo” y “Crono”. Dalbo era un bolo que no podía dejar de hacer recados para Crono, quien marcaba sus pasos con tiempos. Se podría decir que Dalbo era un esclavo de Crono. Una vez más, el niño se marchaba de mi consulta sin respuestas y yo, después de cuarenta y cinco años de carrera, me encontraba ante un caso del que no sabía nada, estaba completamente confuso y perplejo.

Decidí ir esa noche a las escaleras e intentar ver qué ocurría en ellas, buscando alguna explicación lógica. Café tras café, la noche se apoderaba de mi cuerpo y me invitaba, cada vez más, a ir a casa y dormir. A las seis de la mañana y con el amanecer a falta de una hora, mis ojos se cerraban por el sueño, ¡pero no!, no podía marcharme, tenía que encontrar la solución. Poco a poco, la claridad del nuevo día fue llegando y no sucedió nada. Me fui a casa decepcionado y agotado, los párpados me pesaban como si llevara cien kilos en ellos.

Esta tarde, en la consulta entró Anxo, esta vez pálido y aterrado, la madre estaba completamente horrorizada por el estado de su hijo. Anxo me comentó que tiene miedo de lo que va a pasar, “algo malo va a pasar”, dice que se lo dijo “Alubio”, una hoja de un árbol con una sierra en la mano. Le dijo que iría a buscarlo el próximo día.

La verdad, no sé qué pensar. Le receté un medicamento para las migrañas ya que no aguanta el dolor de cabeza. Tengo miedo e impotencia, no poseo respuesta para esto. Consulté el caso con amigos de distintos departamentos médicos, intentando llegar a alguna solución, pero a ninguno se le ocurre nada.

La noche llega y me quedo dormido entre libros, agotado, el cansancio puede conmigo. Esta vez soy yo quien tiene un sueño extraño con un teléfono móvil rojo llamado “Palanquil”, en su mano tiene a Anxo y puedo escucharle decir que “Turnio” puede venir a por él. Intento llegar hasta Anxo, pero el tubo de escape de un coche me golpea y me deja sin sentido. Después de eso me despierto sobre los libros que estaba leyendo antes de dormir. El teléfono suena incesante o quizás ya llevaba rato sonando. Lo que escucho me deja el corazón saliendo del pecho.

Anxo está en la UCI del hospital, comenzó a sangrar por la nariz y perdió el conocimiento. Sin pensarlo, corro al hospital, saltándome los semáforos a mi paso. En el camino, paso por la casa de Anxo y veo la guinda macabra que le faltaba al pastel: Palanquil, Turnio y el tubo de escape de coche, todos pintados en la escalera. En el hospital, recibo la peor noticia, Anxo está en coma debido a múltiples fallos en el cerebro. La madre, destrozada, comienza a recriminarme porque no hice nada para salvarlo. El corazón, mi corazón, dice que ya no puede más y una fuerte punzada lo atraviesa.

Siento como me caigo al suelo entre el bullicio de la gente. Lo siguiente que veo al abrir los ojos es a Anxo y a mí subiendo al cielo de las escaleras con “Matallo”, el tubo de escape, la escena final que nunca estará pintada en ellas.

Ahora tenemos sueños tranquilos.

Los dos.

Alberto Leiva (albertelp)

 

*(El mural pertenece al artista Pelucas y podéis encontrarlo en la calle Don Quijote Número 2 en Vigo).