A veces no somos conscientes de que todo se puede acabar en un momento.
Nos centramos demasiado en los problemas del día a día. Nos ahogamos en un vaso de agua cuando todo puede ser más fácil.
Olvidamos que la vida son momentos, que lo que importa es lo que hacemos ahora.
A veces vivimos demasiado en el pasado, recordando los pasos que ya no llevan a ninguna parte.
Dejamos de lado reír, disfrutar y sentir.
A veces somos demasiado fríos con quien nos da todo, con quien nos cuida y se desvive por nosotros.
Demasiadas veces aparcamos los besos en el «luego», y los «te quiero», en el «ya lo sabe». Si hay algo que te enseña la vida, es a valorar lo que ya no tienes. Los besos y los abrazos que ya no puedes dar. Los te quiero que no dijiste y que se clavan en el corazón, recordándote lo imbécil que fuiste.
Es en ese momento cuando aprendes a poner en «mute» las opiniones de los demás y a no callarte ni un sentimiento. Cuando lo haces y te dejas llevar por todo el amor que llevas dentro. Valoras y respetas lo que antes pensabas que era una bobada.
Aprendes el significado del amor, de reír y disfrutar de cada momento sin aparcar ni un sólo sentimiento.